Se quedó sola, sola en su rincón,
a un lado de la puerta de la entrada,
albergando aún una esperanza errada
de seguir ejerciendo su función.
Al fin y al cabo esa era su misión,
brindar la bienvenida a la llegada
y había sido bien desempeñada
en tantos años de dedicación.
Aún lucía con distinción el traje
que mis manos le hicieron a medida,
ciñendo con cordones su cintura.
Me acerqué y al quitarle su ropaje
pensé: ¿qué no sabrás de nuestra vida?
¡Cuán larga había sido su aventura!
La miré con ternura
y ya en la puerta, a punto de emprender
la marcha, me sobrecogió el ayer.
Alma en el verso
6 comentarios:
Hola amiga:
He tenido que ir al diccionario, la foto era clara pero aquí no usamos ese término para el mueble. Hermosísimo poema, muchas veces nos vinculamos a los objetos y ellos describen nuestra vida. Bello y tiernamente expresado, me sentí totalmente identificada con el contenido.
Gracias por compartirlo. Un beso.
Elisa
Muchas gracias, Elisa.
Un abrazo
son... esas pequeñas cosas, que nos dejó un tiempo de rosas...un saludo
Así es, Anabel...
Muchas gracias por tu visita y tu comentario.
Saludos
Lindo el poema y en cuanto a la terminación, que parece ser lo más llamativo a tenor de los comentarios, ciertamente hay muebles que son como de la familia. A la hora de renovar, nos cuesta Dios y ayuda desprendernos de ellos.
Felicidades y abrazos.
Y más aún cuando desprenderse de ellos forma parte de un imperativo del destino...
Muchas gracias y un abrazo, Cristino.
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