Ya no se oye el tañer de las campanas
que de niña ordenó todos mis días.
Las iglesias terminarán vacías
cuando desaparezcan las ancianas
de arraigadas creencias tan cristianas,
seguidoras devotas de homilías,
rosarios y sagradas letanías,
fieles a tradiciones cotidianas.
A pulso se lo ganan hoy los curas
que cierran las iglesias por temor
a que alguien desvalije sus riquezas,
dejando por las calles más oscuras
a los que alguna vez, en su interior,
buscan un Dios que escuche sus tristezas.
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El clero y sus flaquezas
han puesto en jaque toda su doctrina
convirtiéndola en pieza de vitrina.
Alma en el verso