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Qué
amargo es malvivir sin esperanza,
qué
triste, abrir los ojos y no ver
hasta
donde la pobre vista alcanza,
más que
un desolador acontecer,
que
poco a poco, inclina la balanza
hasta
llevarnos a desfallecer,
mientras
el miedo a la opresión avanza
sin
control que lo pueda detener.
Hay
veces que vivir es un penar
tan
inflexible, hostil y doloroso,
que
hace plácida hasta a la misma muerte.
Tanto,
que cuando ya hartos de aguantar,
sobreviene
la tregua del acoso,
apenas
damos crédito a la suerte.
Antes
vida que muerte,
la vida
dentro de su fuero interno
guarda
un espíritu de cambio eterno.
Alma en el verso