Cuando la lluvia limpie bien la tierra
y en los árboles del jardín, las hojas
de color ocre, lloren sus congojas
mecidas por el viento de la sierra,
y este ardoroso estío en pie de guerra,
quede atrás junto a las alertas rojas
de un mundo que urde extrañas paradojas,
saldremos del sopor que nos encierra,
dejaremos que el viento nos envuelva
y que la lluvia moje nuestra piel
sedienta, ávida de caricias tiernas,
agradeciendo que la tierra vuelva
con aires y flüidos de agua y miel
a recrear atmósferas alternas.
Honremos pues, las tiernas
enseñanzas que como madre ofrece
y la abnegada forma en que florece.
Alma en el verso